amazings.es Hace unos 13.000 años, las condiciones climatológicas de la Tierra se habían recuperado tras los rigores de la última glaciación. El hombre de neanderthal, que había dominado Europa y parte de Asia durante los últimos 300.000 años, se había extinguido para siempre. El mundo era ahora del homo sapiens, un nuevo tipo humano que, aprovechando el puente helado de Bering durante el periodo glaciar, se había introducido también en América, conquistando así todas las tierras habitables del planeta.
Cerca de la costa mediterránea de Oriente Próximo, las primeras culturas sedentarias habían abandonado el nomadeo, estableciéndose en poblados situados en las zonas que ofrecían las mejores condiciones para la recolección y la caza durante todo el año. El clima ayudaba, ya que la mayor humedad y las temperaturas menos extremas habían convertido gran parte de la región en bosques y ricas sabanas donde crecía el cereal silvestre y abundaba la caza. Era el momento de la cultura natufiense; una de las primeras culturas humanas que estableció asentamientos permanentes.
Pero algo estaba empezando a suceder muy lejos de Oriente Próximo, en el norte de América, que iba a provocar un cambio radical en aquella nueva forma de vivir: El gran lago Agassiz, formado por el deshielo del Manto Laurentino y que ocupaba una extensión mayor que la de todos los Grandes Lagos norteamericanos juntos, empezó a desaguar a través del canal de San Lorenzo hacia el Atlántico Norte, en lugar de hacerlo a través del río Misissipi hacia el Golfo de México.
Al verterse una ingente cantidad de agua dulce en aquella zona del océano, el equilibrio salino que permitía la circulación de la corriente oceánica del Golfo se descompuso, deteniendo esta corriente cálida por completo. El calor procedente de la zona tropical del Atlántico dejó de fluir hacia el norte y el mundo entró en una nueva era glaciar que se prolongó durante más de mil años. Este suceso climático es conocido como la glaciación Younger Dryas o Dryas Reciente.
Según otras teorías, el impacto del cometa Clovis sobre Norteamérica, acontecido más o menos en la misma época, podría ser el principal responsable de este súbito enfriamiento global y de la extinción de numerosas especies animales americanas del Pleistoceno, así como de una de las más antiguas culturas humanas de la región, la conocida como «Cultura Clovis». La teoría del impacto cometario es aún motivo de controversia. Otras investigaciones apuntan a que fue el deshielo del ártico el que detuvo la corriente del Golfo, descendiendo a través del estrecho de Groenlandia e invandiendo el Atlántico, y no el deshielo del Manto Laurentino.
Cualquiera que fuera la causa, o debido a una coincidencia de varias de ellas, en menos de diez años el anterior clima benigno se transformó en un clima mucho más extremo, más frío y, debido a la menor evaporación del agua en el océano, también mucho más seco. Para las nuevas poblaciones del Próximo Oriente, aquello estuvo cerca de significar un desastre total: la sabana y los bosques retrocedieron, convirtiendo amplias zonas en desiertos, y los herbívoros salvajes de los que dependía su alimentación empezaron a escasear.
Sin embargo, al nuevo hombre que había conquistado el planeta en los últimos milenios ya no le bastaba con adaptarse a los cambios del medio ambiente. Este nuevo hombre, más audaz e inteligente que los anteriores, estaba muy lejos de conformarse y abandonar su nuevo modo de vida sedentario. En cambio, aprovechó los terrenos más apropiados para ello, cerca de las corrientes fluviales, y empezó a sembrar semillas de cereal silvestre para cosechar después el grano. Ante la necesidad imperiosa de obtener alimentos, el hombre empezó a domesticar a las plantas.
Poco a poco, en un proceso de siglos, se fueron seleccionando las mejores variedades de semillas, descartando las menos eficientes, hasta llegar a crear nuevas especies de cereal con un rendimiento óptimo para la alimentación. La mayor parte de los cereales que se cultivan hoy en día proceden en gran medida de aquellas primeras variedades cultivadas por el hombre de los inicios del Neolítico, y por sus características, no podrían existir de forma silvestre. El hombre estaba creando nuevas formas de vida para su propio beneficio.
La escasez de animales les obligó además a domesticar algunas especies de herbívoros, especialmente cabras, ovejas y cerdos, de forma que hubiera siempre una reserva de carne diponible, sin depender del azar que suponía una caza cada vez más incierta. En muchos lugares, especialmente en las laderas de los montes Tauro, Líbano y Zagros, pueblos enteros se dedicaban al pastoreo, buscando los mejores terrenos donde alimentar a su ganado. Como en el caso de las plantas, inmediatamente empezaron a seleccionar los ejemplares más aptos: los que daban más leche, los que engordaban mejor, los más resistentes, etc.
Cuando hace alrededor de 11.000 años terminó la etapa glaciar Younger Dryas, la última de las glaciaciones importantes, ya no había vuelta atrás para el nuevo paso dado por el hombre. Las nuevas formas de subsistencia y las nuevas relaciones sociales que éstas conllevaban se fueron extendiendo por Asia, África y Europa, y con el tiempo darían lugar a las primeras civilizaciones propiamente dichas en Mesopotamia, Egipto, Asia Menor o en las márgenes del río Indo.
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