cyberelector.com Hubo un tiempo en el que Estados Unidos y la Unión Soviética convivieron sin estar enfrentados el uno al otro (al menos directamente), y no me estoy refiriendo a los años en los que conjuntamente lucharon contra la Alemania nazi, no.
Vamos a explorar un periodo bastante poco conocido de la historia, el de la Pre-Guerra Fría. Tuvo lugar entre 1917 y 1939, años en el que la convivencia entre Estados Unidos y la Unión Soviética estuvo marcado por el recelo, por pequeñas confrontaciones que darían pistas sobre lo que podía sobrevenir pero que quedarían eclipsadas por la magnitud Guerra Fría.
La Unión Soviética “nació” en plena 1ª Guerra Mundial. El estallido de la revolución provocó, la salida de Rusia de la contienda. Sus aliados, entre los que se encontraba Estados Unidos, se encontraron de un día para otro con un aliado menos para combatir a Alemania. No hay que olvidar que la entrada en Rusia de Lenin, el líder que impulsó la Revolución Rusa de octubre y exiliado hasta entonces, no habría sido posible sin el beneplácito de Alemania, país que tuvo que atravesar para llegar a su Rusia natal.
Alemania lo tenía claro, si Lenin conseguía provocar una revolución en su enemigo Rusia, el frente oriental de la 1ª Guerra Mundial les dejaría de dar quebraderos de cabeza. Así fue como se actuó y los acontecimientos se sucedieron tal y como la cancillería alemana deseaba.
La salida de Rusia de la Gran Guerra debilitó al bloque formado por Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, pero se sobrepusieron y ganaron la guerra a Alemania. Ahora Rusia era visto con desconfianza. Además, el ideario bolchevique no ayudaba a que se tendiesen puentes entre ambas naciones, sus principios estaban bien marcados: el capitalismo debía de ser derribado por la fuerza para ser reemplazado por un sistema comunista.
Estados Unidos y sus aliados vislumbraron pronto el problema, con lo que decidieron lanzar una serie de ofensivas a menor escala en suelo ruso y en apoyo del Ejército Blanco, fuerzas nacionalistas contrarrevolucionarias formadas en su mayor parte por pro-zaristas. Así, se dio la imagen de que en 1918 tropas estadounidenses desfilaban por las calles de Vladivostok, ciudad rusa oriental que no fue controlada por los soviéticos hasta 1922.
Al tratarse de una guerra prácticamente “soterrada” y debido al cansancio provocado por tantos años de guerra, no se enviaron grandes contingentes a la zona. Se buscaba desestabilizar a la recién nacida nación comunista, pero los intentos quedaron en nada.
Las tensiones continuaron durante los años 20 y 30. Y es que Estados Unidos se negó a reconocer a la Unión Soviética hasta 1933 y es que las relaciones entre ambos naciones durante estos años fueron inexistentes. Fue en los años 20 cuando volvieron a chocar, esta vez en Alemania. Los intereses norteamericanos en ayudar a Alemania con el pago de las deudas contraídas por la perdida de la guerra chocaron frente a los intereses soviéticos de promover una alianza con el “hermano” alemán que culminó con la firma del Tratado de Rapallo en 1922.
De mientras, Estados Unidos estaba en una época de crecimiento desenfrenado, en los llamados ‘locos años 20′. Consumismo frente a comunismo. Una gran batalla entre dos estilos completamente antagónicos.
A su vez, en Estados Unidos comenzaba a germinar el comunismo, que se desligaba de su hasta entonces hermano socialismo, por órdenes de Lenin. El Partido Comunista de América nació en 1919 aunque no fue hasta la década de los 30 cuando obtuvo notoria trascendencia. Y sí, se llegaron a presentar a elecciones, aunque con poco éxito. Era un partido quasi-clandestino en un país en el que los comunistas eran uno de tantos enemigos del pueblo.
El crack económico de 1929 sumió a Estados Unidos en una gran depresión que afectó a todo el mundo… menos a la Unión Soviética, claro. Una de las consecuencias que tuvo el crack fue el ascenso de los totalitarismos en el viejo continente, destacando el nacional-socialismo en Alemania. Estados Unidos decidió aislarse en todo lo referente a política internacional, en busca de solucionar sus problemas internos.
A finales de los años 30, parecía que la Unión Soviética estaba aislada y con un enemigo a las puertas de su casa, la Alemania Nazi, que además tenía ansias expansionistas. Sin embargo, Hitler y Stalin firmaron un pacto de no agresión pocos días antes del comienzo de la 2ª Guerra Mundial. Un pacto contraproducente y que pilló a contrapie a las potencias de Europa Occidental, que esperaban justo lo contrario.
El 1 de septiembre de 1939 Alemania invade Polonia conjuntamente con la Unión Soviética. Francia y Gran Bretaña declaran la guerra a Alemania y comienza la 2ª Guerra Mundial. Este capítulo os lo ahorraremos, porque ya nos lo sabemos la mitad de los mortales de carrerilla.
¿Pero sabéis que pasados los avatares de la guerra, Churchill estuvo pensando en un ataque a la URSS? Era la llamada Operación Impensable. Pero eso os lo contaremos en otro día.
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