dimarts, 25 de gener del 2011
Maltrato en la Edad Media
R. Romar. Pertenecían a los principales linajes de la época, pero su destino también estaba marcado de antemano: convertirse en hijas, madres y esposas. Eran simples peones en un juego de alianzas dominado por los hombres. Pero unas se rebelaron y a otras las circunstancias las hicieron asumir un papel para el que no estaban destinadas. Ejercieron el poder reservado para los hombres. Son más de trescientas mujeres de finales de la Edad Media (siglos XIV y XV) cuyas semblanzas biográficas han sido recogidas en el estudio Mulleres con poder ao final da Idade Media, financiado por la secretaría xeral de Igualdade y desarrollado por investigadores del Instituto de Estudios Galegos Padre Sarmiento (CSIC-Xunta). La investigación aporta documentos inéditos que podrán servir de base para futuros trabajos que analicen el papel de la mujer.
«Unas se sublevaron y otras, en circunstancias determinadas, dieron un paso adelante para jugar un papel que estaba determinado para el hombre», explica Eduardo Pardo de Guevara, responsable del trabajo y director del Instituto de Estudios Galegos. Bajo este prisma no puede asegurarse estrictamente que fueran las precursoras del movimiento feminista, pero algunas sí fueron pioneras en la reclamación de sus derechos.
Es el caso de doña Aldonza de Mendoza, media hermana del marqués de Santillana y con una historia sobresaliente a sus espaldas. Fue, en cierta forma, la primera mujer que denunció mediante una reclamación judicial el maltrato y las vejaciones que había sufrido por parte de su marido, Fadrique de Trastamara. La mujer, en realidad, lo que pretendía era recuperar su dote después de la ejecución de su esposo por rebelión contra el Rey, pero en el proceso participaron testigos que dieron testimonio por escrito de las humillaciones y la violencia física y psíquica que sufría. Incluso la encarceló durante dos años en una prisión de Ponferrada, donde Aldonza explicaba en su declaración que le daban hierbas que le hacían perder el pelo.
«Es un documento realmente importante que no había sido transcrito nunca, en el que las declaraciones de los testigos ilustran muchas cosas de la vida del matrimonio y del maltrato hacia la mujer. Incluso algunas hablan de que el marido ?estaba emputado?, una expresión de la época, y que la tenía encerrada en una mazmorra», explica Pardo de Guevara. Pero Trastamara no solo la golpeaba, sino que también le robaba las joyas.
Aldonza de Mendoza pretendía recuperar su dote, pero dejó por escrito lo que podría ser la primera denuncia por maltrato.
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