Sara Acosta
La política, la industria o el comercio están plagados de mensajes pretendidamente sostenibles, aunque sólo sea marketing.
El lavado verde ya es un concepto acuñado por las organizaciones ecologistas. Se da cuando un mensaje sostenible esconde prácticas de un modelo productivo y social que busca beneficio a corto plazo, ya se trate de réditos políticos o comerciales. He aquí algunas de las mentiras ecológicas más sonadas:
La política, la industria o el comercio están plagados de mensajes pretendidamente sostenibles, aunque sólo sea marketing.
El lavado verde ya es un concepto acuñado por las organizaciones ecologistas. Se da cuando un mensaje sostenible esconde prácticas de un modelo productivo y social que busca beneficio a corto plazo, ya se trate de réditos políticos o comerciales. He aquí algunas de las mentiras ecológicas más sonadas:
-Alimentación: Muchos de los productos que rezan “ecológico” o “bio” en los lineales de supermercados, hipermercados o pequeños comercios, en realidad no están fabricados según criterios verdes, que en el caso de la alimentación pasan por no emplear químicos ni aditivos. El caso más sonado en la industria alimentaria fue el yogur Bio de la compañía Danone. La Comisión Europea obligó a la marca en 2005 a cambiar este nombre por el de “Activia”, para respetar la normativa comunitaria que regula la alimentación de origen biológico. Pese a la proliferación de sellos de calidad, sólo la Asociación Española de Agricultura Ecológica garantiza criterios sostenibles. Y ante la duda, el consumo de productos de temporada es la mejor herramienta, aunque no sean necesariamente ecológicos.
-Biocombustibles: Países como Brasil han elevado la comercialización de bioetanol casi a asunto de Estado. Sus enormes extensiones de terreno y las condiciones idóneas para el cultivo de caña de azúcar empujaron al Gobierno de Lula a defender los biocombustibles como motor de crecimiento, y de paso, como solución a la contaminación galopante del transporte por carretera, que representa el 30% de las emisiones de efecto invernadero. La realidad es que, tras casi una década de impulso a este tipo de carburantes, no acaban de despegar. Las principales críticas apuntan al uso de alimentos para la producción de combustible. La Unión Europea sigue adelante con su objetivo de alcanzar el 10% de biocarburantes en 2020.
-Clima. La cumbre del clima de Copenhague, celebrada en 2009 fue el mayor fiasco de la política climática. De ella se esperaba que resolviera la continuidad de un pacto vinculante de reducción de emisiones de efecto invernadero. Sin embargo, las negociaciones técnicas quedaron engullidas por el brillo que pusieron a la cita 120 jefes de Estado, que asistieron sólo para hacerse la foto.
-Compensar emisiones. De nada sirve una abultada publicidad sobre la compensación de emisiones de CO2 de una empresa si la actividad de dicha compañía es ya perjudicial para el planeta y para los trabajadores. Es el caso de la actividad maderera que arranca árboles en Indonesia, el país más afectado del mundo por la deforestación, para la fabricación de muebles de teka, tan apreciados por los occidentales para vestir sus jardines y terrazas por su resistencia a la lluvia.
-Política. Las elecciones primarias del PSOE, el pasado mes de octubre, se enorgullecieron de que más de 14.000 militantes socialistas votaran a su candidato con papel certificado FSC, sello internacional que garantiza una gestión forestal sostenible de papel, corcho, madera y resina, “aportándoles un valor añadido y mejorando su imagen en el mercado”, según reza el comunicado de prensa de la organización internacional. Aparte de este gesto anecdótico, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se caracterizó tras el nombramiento de Elena Espinosa al frente del Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino por el parón de toda medida ambiental políticamente comprometida.
-Industria. La industria textil también se ha sumado a incluir etiquetas con sello FSC. Sin embargo, el proceso de fabricación de las grandes multinacionales, se basa en la deslocalización de su mano de obra y de su producción a países terceros, como China, donde las condiciones laborales y sociales de sus trabajadores aún no están a la altura de su marketing verde.
Enhorabona pels blocs que gestiones. No els coneixia, però ara mateix vaig a col·locar un enllaç des del meu d'opinió:
ResponEliminahttp://desdevila-real.blogspot.com/
Gràcies Toni, tot un luxe que tú en recomanes.
ResponElimina