dilluns, 11 d’octubre del 2010
Los 14 ´apóstoles´ de Jaume I
Dos historiadores de la Universitat de València han analizado el gran impacto que tuvo para la memoria colectiva de los valencianos el mito de los 14 primeros repobladores cristianos que trajo Jaume I tras la conquista de 1238. Según la leyenda desarrollada en 1551 por el cronista Beuter, los rostros esculpidos en la portada románica de la Catedral de Valencia corresponden a estos "padres fundadores" que envió el rey.
PACO CERDÀ
Dado que los mitos forjan la personalidad de un pueblo, el Reino de Valencia fundado por Jaume I en 1238 necesitaba leyendas que reforzaran su identidad. Así nació, en el siglo XVI, el mito de que los primeros 14 repobladores cristianos que trajo a Valencia el rei conqueridor (siete soldados catalanes que participaron en la conquista, con sus esposas) estaban esculpidos en piedra en lo alto de la portada románica de la Catedral de Valencia, la puerta más antigua de la Seo iniciada en 1262. Eran los rostros de los primeros valencianos de la nueva era cristiana. Completaba la leyenda un corolario: Jaume I había mandado traer, junto a estas siete parejas, a 300 doncellas que serían desposadas por otros tantos caballeros de la batalla.
El mito, iniciado en parte y de forma oral a principios del siglo XV e impulsado en 1551 con la crónica de Pere Antoni Beuter, fue repetido por los más grandes cronistas de los siglos XVI a XVIII: Enrique Cock, Escolano, Olmo, EsclapésÉ Aunque en el siglo XIX se puso en entredicho la veracidad de esta narración épica (nunca refutada de forma científica), es ahora, en el siglo XXI, cuando dos historiadores valencianos han querido estudiar algo quizá más importante que la autenticidad de los hechos. Han analizado cómo influyó en la memoria colectiva de los valencianos la leyenda repobladora inmortalizada en esos catorce rostros de piedra con ojos almendrados, cejas enarcadas y una expresión facial muy humana que suele tender a la sonrisa.
En un estudio publicado en el último número de la Revista de la Catedral de Valencia, el catedrático de Historia del Arte Joaquín Bérchez y la profesora Mercedes Gómez Ferrer, ambos de la Universitat de València, realzan la importancia simbólica que han tenido estos 14 rostros en la "memoria colectiva de los valencianos". "Durante siglos (especialmente del XVI al XVIII), toda la ciudad vivió con fuerza y creyó en ese mito repoblador apoyado en las imágenes en piedra de los primeros pobladores de la ciudad", explica Bérchez. Como añade su colega Gómez Ferrer, "el mito es fruto de la necesidad que tenía aquella sociedad de afianzarse en su identidad diferenciada".
"A partir de la leyenda difundida por Beuter -explican Bérchez y Gómez Ferrer-, estos enigmáticos rostros debieron de salir de su discreto anonimato arquitectónico para alcanzar un insospechado atributo, el de la imagen especular, que alumbraría otra imagen, la histórica, en donde los valencianos, durante más de dos siglos, no dudaron en verse a sí mismos representados en su más antigua y orgullosa identidad urbana, patria".
Cronistas contrarios al mito
El mito repoblador de las 14 cabezas creado por Pere Antoni Beuter en la Segunda Parte de la Crónica General de España y especialmente de Aragón, Cataluña y Valencia, fue contestado a partir del siglo XVIII. Teixidor, Boix y Sanchis Sivera dudaron de que los retratos de la portada románica de la catedral fueran los de los padres fundadores de la ciudad y apuntaron la posibilidad de que en realidad fuesen donantes que contribuyeron a sufragar la portada de la catedral o el comienzo de la propia obra. Sean o no los primeros apóstoles laicos enviados por Jaume I a su nuevo reino, lo que no cabe duda, señalan los autores del estudio, es que los 14 rostros que esconde el alero de la Porta de l'Almoina forman "el primer retrato colectivo de unos pobladores nobles llegados a la ciudad de Valencia en el siglo XIII, y que generacionalmente van a mantener, a la manera de daguerrotipos modernos, la llama viva del recuerdo de los primeros años de la colonización". Un mito útil, cuanto menos, para un pueblo aún necesitado de argamasa.
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