dimecres, 29 de juny del 2011

El taró y los fenicios


La niebla que estos días invade nuestras costas, los marineros y pescadores desde El Palo hasta Estepona la conocen como el taró, nombre de origen fenicio que como muchas otras palabras, costumbres y en definitiva cultura, hemos heredado de los llamados transportistas de la Antigüedad.
Malaka, que así llamaron a Málaga, recibió elementos de culturas de origen lejano gracias a las rutas que los fenicios implantaron a lo largo de todo el Mediterráneo hasta la actual Cádiz.
Los fenicios habitaron en diversos asentamientos de la provincia como Toscanos, Chorreras o La Loma.
En cuanto a costumbres, los fenicios llevaban en procesión a la diosa Malac desde el santuario del Higuerón hasta lo que hoy son las playas del El Palo, allí introducían a la diosa en el mar para que bendijera las aguas para que la pesca fuera abundante durante el resto del año.
La ancestral divinidad conocida también como Noctiluca tenía consagrada una isla en medio de una ensenada donde hoy se encuentra La Cala del Moral; la isla desapareció debido al cono de arrastres del río Totalán. En el santuario se puede ver el ídolo prehistórico, una piedra que debido a la erosión tiene la forma de una mujer envuelta en un manto. Más abajo, en el paseo marítimo podemos ver también hoy en día una estatua de Noctiluca realizada por el malagueño Jaime Pimentel.
Por tanto parece que las costumbres y fervores que ahora tenemos se parecen bastante a los que los fenicios ya practicaban, parece que esta tradición de la diosa Noctiluca pudo ser origen de nuestra tradicional bendición de la Virgen del Carmen. Cambiamos las divinidades pero no las costumbres.
Esperemos que este año el taró nos deje ver entrar a nuestros marineros y pescadores con la Virgen del Carmen en el agua y como decía mi abuela, por fin nos podamos ya bañar «con las aguas benditas». Porque hasta que no entraba la Virgen ella no se bañaba.

Fuente: laopiniondemalaga

dilluns, 27 de juny del 2011

Alemanes sabían lo que ocurría en los campos de concentración


Cualquier alemán que vivió durante el Tercer Reich podía saber y posiblemente sabía lo que estaba pasando en los campos de concentración nazis. El diario personal que un funcionario alemán, Friedrich Kellner, escribió entre 1939 y 1945 demuestra que el ciudadano medio alemán conocía los crímenes nazis, era consciente de estar viviendo en un “Estado del terror“, y callaba.
Durante los juicios de desnazificación y en toda una escuela de literatura y cinematografía de la segunda mitad del siglo XX se ha ido imponiendo la imagen de un pueblo alemán que apenas era capaz de entrever lo que estaba haciendo Hitler y que no era consciente del material que componían las cenizas esparcidas desde las chimeneas de los hornos crematorios.
El hallazgo y publicación del diario de este funcionario judicial que trabajaba en Laubach, Hesse, ofrece sin embargo una respuesta diferente a la pregunta que historiadores y filósofos alemanes siguen haciéndose hoy en día: ¿qué podía saber el individuo anónimo y en qué medida, por tanto, puede ser considerado responsable? Y la respuesta es quizá no conocían a fondo los detalles técnicos, pero sí comprendían las líneas directrices de la política nazi, sus objetivos y los medios que utilizaban.
Kellner refiere conversaciones mantenidas al azar y cita fuentes de acceso público como periódicos y programas de radio y en menos de un año de gobierno nazi ya había llegado a una conclusión certera. “Está claro, se trata del exterminio de los judíos y los polacos“, escribe horrorizado. Especialmente irónicos son sus comentarios sobre las noticias y partes de guerra en los que descubre con enorme facilidad el material de propaganda del régimen, cuya escasa coherencia planteaba dudas a cualquier análisis medianamente crítico.
El 1 de septiembre de 1940 anota: “Si debemos creer lo que leemos todos los días en los periódicos, nuestros aviadores van de paseo. El enemigo impacta solamente en cielo abierto, además de en cementerios y hospitales. Y cuando muere un piloto, nos dicen que ha sido a causa de un ataque aéreo pirata inglés. Y repiten que la intención de nuestros vuelos no es la de llevar a cabo ataques aéreos. Si no queremos ataques aéreos, ¿para qué estamos en guerra?”, se pregunta.
Kellner desarrolla tretas para burlar lo que califica como “una propaganda cada día más agresiva”. Ante la falta de información sobre bajas alemanas en la guerra, cuenta en octubre de 1941 las esquelas del periódico ‘Hamburger Fremdenblatt’, 281, y calcula multiplicando esta cifra por los 250 diarios que publican esquelas en Alemania, una media de 30.000 muertos al mes, anotando que “la cifra debe ser aún más alta, porque muchos soldados rasos no reciben el honor de una esquela”.
Las 900 páginas de anotaciones de Kellner difieren de otras publicadas anteriormente como las del Darl Dürkefälder o Victor Klemperer, en que el autor no era un intelectual ni disfrutaba de una situación económica desahogada.
Nació en 1885 en Vaihingen an der Enz, cerca de Stuttgart. Su padre trabajaba como panadero, su madre como empleada doméstica. En 1903 comenzó su formación como oficial jurídico en Maguncia y después de haber cumplido con el servicio militar obligatorio encontró empleo en la corte de Maguncia. Allí trabajó hasta 1932 y ascendió al puesto de inspector judicial provisional. Su padre había simpatizado con el socialismo y Kellner constata en las notas su estupefacción por el hecho de que la República de Weimar hubiera derivado en el nazismo con tan terribles consecuencias.
El diario ha permanecido en poder de la familia y acaba de ser publicado en dos volúmenes bajo el título ‘Cuando está nublado, todos los cerebros oscurecen‘ por la editorial Wallenstein, de Göttingen.

Fuente: Ultimahoraonline

dimecres, 22 de juny del 2011

Grecia se enfurece por la estatua de Alejandro Magno en Skopie

La gigantesca estatua en bronce de Alejandro Magno levantada en la plaza central de la capital de Macedonia, Skopie, junto al arco del Triunfo, ha encolerizado a los griegos.
El Gobierno de Atenas ya denunció la semana pasada como una provocación este monumento, inaugurado ayer, declarando que “hipotecaba” las perspectivas de Macedonia de ingresar en la Unión Europea. Macedonia y Grecia reivindican a Alejandro Magno como parte de su patrimonio histórico.
Grecia está bloqueando la entrada de Macedonia, la ex república yugoslava independizada en 1991, en la UE porque no acepta que se llame así. Considera que el nombre de Macedonia es parte de su patrimonio nacional y bloquea el reconocimiento internacional de su vecino y las aspiraciones de Skopie de entrar en la UE mientras no decida otro nombre. Grecia teme que Macedonia tenga ambiciones territoriales sobre su provincia del norte, llamada también Macedonia.
La estatua ecuestre del gran conquistador de la antigüedad tiene, con la peana, una altura de 22 metros –más de siete pisos–, pesa 40 toneladas y ha costado unos nueve millones de euros. Su nombre oficial es Guerrero a caballo para no provocar a Atenas, pero el rostro es el que normalmente se atribuye al célebre dirigente.
La semana pasada comenzó el ensamblaje de las piezas de la obra de la escultora macedonia Valentina Stevanovska, procedentes de Italia. El Gobierno de Macedonia decidió en el año 2007 financiar la ejecución del monumento, un año después de bautizar al aeropuerto de Skopie con el nombre de Alejandro Magno, algo que ya exasperó a los griegos.
Centenares de ciudadanos se desplazaron ayer al centro de la capital para contemplar y fotografiar el monumento, del que se sentían orgullosos. “Por fin Alejandro está en casa y puede quedarse”, dijo Goran, que llevó a consigo a su hijo. La estatua es la pieza central de un controvertido proyecto del Gobierno llamado Skopie 2014 destinado a recuperar la antigua gloria de Macedonia.
La oposición denuncia el que se hayan malgastado 200 millones de euros en uno de los países más pobres de Europa, con un tercio de la población por debajo del umbral de la pobreza y un 30% de paro. El 3% de crecimiento que el FMI preveía para el 2010 se redujo al 1%.

Fuente: Lavanguardia

dilluns, 20 de juny del 2011

Sans culottes


Si algo tiene de bueno la Historia es que te permite establecer paralelismos entre la actualidad y los sucesos del pasado. Es bueno volver atrás la mirada y ver qué hicieron los de antes para evitar cometer los mismos errores que ellos.

En la Francia de finales del siglo XVIII la gente no es que viviera mal: es que ya no se podía vivir. El país languidecía en la miseria mientras los mismos gobernantes que lo habían arruinado seguían con su escandaloso tren de vida, entre fiestas, cacerías y carísimos vestidos y muebles que pagaban con cargo a la hacienda pública.

Indudablemente, no podemos decir que aquella situación fuera como la presente, pero tiene sus semejanzas. Los indignados de entonces, curiosamente, no eran la gran masa campesina, desconectada de los movimientos urbanos y sometida a los ritmos de la tierra y el capricho de sus amos. No, los indignados de la Francia prerrevolucionaria eran los pequeños comerciantes, los artesanos, los tenderos, gentes de la ciudad, con pocas propiedades, que vivían de su trabajo diario.

Puesto que el dinero no les llegaba para ir a la moda, los hombres de clase baja prescindían de los culottes, aquellos pantalones ajustados que quedaban por encima de la rodilla. Poco a poco, la forma de vestir de la gente humilde, que delataba su baja condición, se fue convirtiendo en un símbolo de identidad social: los sans culottes.

La Revolución Francesa no hubiera sido posible sin los sans culottes. Fueron ellos los que tomaron y derribaron a sangre y fuego la fortaleza de la Bastilla, los que defendieron a la Asamblea Nacional de los intentos realistas por acabar con ella. También fueron los que, mal armados y peor entrenados, defendieron las fronteras del país ante las invasiones extranjeras. Los sans culottes fueron, en definitiva y literalmente, la carne de cañón gracias a la cual hoy vivimos en la Edad Contemporánea.

Pero como todas las revoluciones, llega un momento en que surge del caos un nuevo orden, y con él la necesidad de acabar con los excesos callejeros. A los sans culottes, ya muy castigados durante el Terror de Robespierre y sus amigos, les llegó su San Martín particular cuando el Directorio dictó su disolución y mandó a la guillotina a no pocos de sus miembros durante el llamado Terror Blanco. Ni para los jacobinos ni para el Directorio se trataba de un grupo social cómodo, debido a su falta de estructura jerárquica y a la imprevisibilidad de sus acciones.
Y ahora, que cada uno saque los paralelismos que les resulten más simpáticos.

Fuente: Hispa

diumenge, 12 de juny del 2011

La Segunda República y el revisionismo.


Antes de que terminara el régimen de Franco en 1975, escaseaba, por razones evidentes, el debate público sobre el carácter de la Segunda República española y su grado de responsabilidad en el estallido de la Guerra Civil. De acuerdo con la ideología impuesta por la dictadura, la República había sido una catástrofe, la culminación de la larga historia de degeneración que había caracterizado a España durante los siglos XIX y XX, desde la desgraciada aparición del liberalismo con la Constitución de Cádiz en 1912. Aunque la República tuvo un comienzo más o menos aceptable, proseguía el argumento, pronto se vio superada por una mezcla de separatismo regional, radicalismo social y violento anticlericalismo que destruyó cualquier perspectiva prometedora.

La crisis de la República se agudizó después de octubre de 1934, cuando los socialistas, hasta entonces moderados, pusieron en marcha una revolución sangrienta en Asturias, secundada por la Generalitat catalana, que proclamó su independencia. España se deslizó aún más hacia el caos cuando la coalición del Frente Popular ganó, por estrecho margen, las elecciones de febrero de 1936. Dicha victoria dio un poder sin precedentes a los grupos obreros y les permitió dominar de facto a sus aliados de clase media en los gabinetes que gobernaban España y que sólo eran republicanos en teoría. Según esta interpretación, el resultado fueron varios meses de huelgas, invasiones de explotaciones agrarias, batallas callejeras, quemas de iglesias y asesinatos políticos, que el gobierno del Frente Popular no quiso o no pudo controlar. La situación en España recordaba a la de Rusia en 1917, y su resultado habría sido similar: la caída del gobierno elegido a manos de los extremistas radicales, seguida de una revolución social a gran escala y la imposición de una dictadura del proletariado.

En los últimos años de la dictadura, los especialistas cuestionaron cada vez más esta línea argumental. Durante la transición a la democracia se fue sustituyendo por una valoración generalmente positiva de la República, que subrayaba sus virtudes y lamentaba la insurrección militar que la había destruido. Por primera vez, la imagen de la República en España estaba en consonancia con la que había predominado en la mayor parte del mundo exterior desde el final de la Guerra Civil, en parte debido a los sentimientos de culpa por haber abandonado a los republicanos a merced de Franco y sus aliados fascistas durante el conflicto.

Durante los años noventa, como reacción a este nuevo consenso favorable, Pío Moa y otros historiadores aficionados, entre ellos César Vidal, lanzaron una campaña revisionista que adquirió enorme fuerza, pese a que se limitaba a reciclar los argumentos de los propagandistas de Franco en una versión más moldeable. Aparte de Stanley Payne, no les respaldó ningún historiador profesional importante. No obstante, el revisionismo prosperó durante más de una década, desde 1990, año de publicación del tratado fundamental de Moa, hasta 2006, cuando sus argumentos principales quedaron desacreditados por la avalancha de literatura producida por la conmemoración conjunta de los dos aniversarios, el 70º del comienzo de la guerra y el 75º de la proclamación de la República. Las obras publicadas entonces establecieron de forma inequívoca un punto fundamental: que las declaraciones de Franco y sus acólitos sobre lo catastrófico de la situación reflejaban más la paranoia de sus propulsores que la realidad. En realidad, confirmó la literatura de 2006, la revolución social de 1936 no precedió sino que siguió a la insurrección militar. Lo mismo ocurrió con la desintegración del Estado y la sociedad. Igual que en la fábula de Hans Christian Andersen, en cuanto alguien gritó: "El emperador va desnudo", el espejismo franquista y revisionista se hizo añicos. Esta es una lección que debemos tener en cuenta siempre que hablemos de historia y casi en cualquier otro aspecto de la vida.

La desaparición de la escuela revisionista de Moa dejó paso a la aparición gradual de lo que yo denomino neorrevisionismo. Algunos de sus elementos existían desde hacía mucho en forma embrionaria, pero ahora empezaron a articularse con más claridad. El neorrevisionismo pone en entredicho el prestigio mundial de la República de forma más indirecta y moderada. Es además un movimiento mucho más difuso que el revisionismo de Moa. No tiene un líder claro, ningún canon escrito ni una narración histórica definida. Sin embargo, a pesar de ese carácter indirecto, moderado y difuso, tiene posibilidad de convertirse en un poderoso movimiento historiográfico, una posibilidad que tal vez esté empezando ya a hacerse realidad.

¿Cuál es la manera más fácil de distinguir a los neorrevisionistas de los revisionistas? Fundamentalmente, que no propugnan las perspectivas catastrofistas que caracterizaban al franquismo-moaísmo. Tampoco las rechazan del todo, sino que prefieren permanecer neutrales o callados al respecto. Otro rasgo distintivo es que, mientras que todos los revisionistas utilizaban más o menos los mismos argumentos, y se diferenciaban sobre todo por la intensidad con la que los expresaban, los neorrevisionistas se dividen en dos corrientes de pensamiento estrechamente relacionadas pero diferentes. En líneas generales, la más antigua de estas dos corrientes se remonta a hace varios decenios y consiste en lo que podría llamarse una interpretación "purista" o "puritana". Su base es que, si bien es posible que la República no fuera tan catastrófica para España ni mereciera la insurrección militar que desencadenó la Guerra Civil, su destrucción no es algo que haya que lamentar, porque nunca fue el magnífico modelo de democracia que aseguraban sus partidarios, sino una pseudodemocracia con graves fallos que violóconstantemente los principios democráticos más esenciales con la persecución injusta de sus adversarios, en especial mediante la censura frecuente y el cierre de sus publicaciones. Su carácter antidemocrático quedó demostrado de manera concluyente con la revolución de octubre de 1934, cuando los socialistas y sus aliados pretendieron derrocar al gobierno elegido democráticamente e imponer otro escogido por ellos.

La segunda línea de pensamiento neorrevisionista, más moderna, podría llamarse la corriente "comparativista". Subraya el contraste entre la transición democrática que se produjo en España a partir de 1975, pacífica y fructífera, y la historia conflictiva, con su desastre consiguiente, de la República, en un nuevo intento de demostrar que la República no fue tan buena como mantienen sus defensores. Ambas líneas de argumentación son a primera vistaconvincentes, pero no soportan un examen detallado.

Para empezar por la interpretación puritana, no cabe duda de que la República tuvo mil fallos y, en ocasiones, se comportó de manera antidemocrática. La revolución de octubre de 1934, en especial, fue una absoluta catástrofe, que dañó gravemente las credenciales democráticas del régimen y sentó un precedente que los conspiradores militares de 1936 pudieron utilizar para justificar su propia insurrección. Aunque hubiera triunfado, la revolución de octubre habría tenido consecuencias desastrosas para la democracia española. No puede librarse de nuestra másmerecida condena. Lo único que podemos hacer es tratar de entender sus motivos situándola en el contexto de su época. Los años treinta del siglo XX fueron una de las tres o cuatro décadas más conflictivas de toda la historia de Europa, solo comparable a algún periodo durante las guerras de religión de los siglos XVI y XVII, o a la época de la Revolución Francesa y Napoleón. En los años treinta, Europa estaba desgarrada por una guerra civil ideológica entre fascismo, comunismo y democracia. En octubre de 1934, parecía que estaban venciendo las fuerzas fascistas, que acababan de destruir dos grandes democracias europeas, la alemana y la austriaca, en ambos casos por medios pacíficos y legales. ¿Era posible que el gobierno centrista de España siguiera el mismo rumbo, dado el creciente poder de los elementos de derechas dentro de él? Es decir, la revolución de octubre fue, en parte, reflejo del miedo, pero también de la fuerza permanente del mito revolucionario en los círculos proletarios, la idea de que las masas podían con todo si se levantaban unidas.

Si es imposible disculpar por completo la revolución de octubre, es más fácil rechazar las otras acusaciones de los neorrevisionistas. Ningún régimen democrático de la historia ha estado jamás completamente libre de desviaciones ocasionales. El grado de perfección democrática depende no solo de la voluntad de sus dirigentes sino también de los retos que afronta. En épocas sin turbulencias, cuando la sociedad está tranquila y hay pocos problemas urgentes que exijan solución, es relativamente fácil seguir los lentos procedimientos legales que constituyen el corazón de cualquier democracia genuina, ya sea parlamentaria o presidencialista. Ahora bien, cuando la situación es la contraria, como ocurría en los años treinta, los gobiernos tratan casi siempre de encontrar atajos para alcanzar sus objetivos y tienden a favorecer a sus amigos y marginar a sus enemigos. Por tanto, al evaluar las credenciales democráticas de cualquier régimen, es preciso tener en cuenta tanto sus actos discutibles como sus iniciativas positivas y creativas.
La República, sin duda, censuró y cerró la prensa opositora en varias ocasiones, pero también construyó la primera democracia auténtica de España. ¿Cómo lo logró? En primer lugar, con la celebración de elecciones honradas, libres de las prácticas caciquistas que las habían corrompido en tiempos de la monarquía. Segundo, ampliando enormemente el electorado, sobre todo al convertir España en el primer país de mayoría católica que permitió el sufragio femenino. En tercer lugar, la República acercó el gobierno al pueblo al darle más dimensión a los gobiernos regionales. Cuarto, insistió en que todas las leyes importantes fueran aprobadas por el parlamento, y dejó los decretos para situaciones muy infrecuentes, de emergencia. Quinto, la República destruyó o debilitó las instituciones extraparlamentarias, los círculos cortesanos y el ejército, que en el pasado habían anulado tan a menudo las iniciativas democráticas. Desde esta perspectiva más equilibrada, la balanza se inclina claramente hacia la idea de que fue un régimen excepcionalmente democrático. Hay que ser verdaderamente puritano para pensar lo contrario.

La rama "comparativista" del neorrevisionismo dice muchas verdades, pero al mismo tiempo se olvida de otras igual de importantes. A pesar de las dudas que surgen de manera periódica en algunos sectores, me parece ridículo negar el éxito extraordinario de la transición española a la democracia. Es el hecho que habla más en favor de España en todo el siglo XX, y se ha convertido, con razón, en el modelo de todas las transiciones de regímenes autoritarios a democracias en el mundo. Sería una tontería debatir los méritos respectivos de los grandes dirigentes republicanos -Azaña y Prieto? y los de los máximos responsables del éxito de la Transición: el rey Juan Carlos, Adolfo Suárez y Felipe González. Sin embargo, existen otros dos factores mucho más importantes. El primero es que resulta engañoso evaluar a una persona sin tener en cuenta el contexto en el que vivió. El segundo es que es preciso comparar todos los aspectos de los dos regímenes, no sólo los más convenientes para el argumento que deseamos defender. Por consiguiente, no debemos obsesionarnos tanto por la distinta suerte que corrieron como para olvidar que, bajo la superficie, ambos tuvieron un espíritu muy similar. Todas las cosas que aportó la Transición -más democracia, más igualdad social, modernización cultural, etcétera? habían sido también objetivos fundamentales de la República. Es más, resulta difícil pensar en un logro importante de la Transición que no tuviera parte de sus raíces en la República.

Ahora bien, si la República y la Transición tuvieron muchas semejanzas, sus épocas respectivas no pudieron ser más distintas. Como ya he dicho, los años treinta fueron uno de los periodos más turbulentos de la historia de Europa. Por el contrario, los años setenta y ochenta fueron tranquilos y decididos. Además, las condiciones también habían cambiado drásticamente en España y en varias de sus principales instituciones. En los años treinta, el Ejército conservaba sus tradiciones pretorianas decimonónicas e intervenía sin cesar en la política. Los movimientos obreros estaban aún poseídos por diversas mitologías revolucionarias, sobre todo los anarcosindicalistas, el movimiento más amplio, pero también, cada vez más, los socialistas, que eran los segundos. Los comunistas, aunque eran minoritarios, eran violentamente antirrepublicanos hasta que Moscú les ordenó adoptar la estrategia del frente Popular en 1935. En la derecha, los partidos más amplios no eran claramente revolucionarios -aunque los radicales empezaron a abrirse camino en ellos a partir de 1934-, pero varios partidos monárquicos de escasa importancia conspiraron para derrocar la República. Y luego estaba la Falange, todavía pequeña, pero que iba creciendo. La Iglesia Católica, hasta Juan XXIII, fue siempre rígida en cuestiones de doctrina, y no quería aceptar ninguna disminución del inmenso poder que había acumulado a lo largo de los siglos.

La economía española estaba en peor situación que nunca, debido a la Gran Depresión. La industria y los servicios no estaban desarrollados. Algo más de la mitad de la población seguía trabajando en el campo. Aproximadamente dos terceras partes de las mujeres adultas eran analfabetas. La situación internacional era amenazadora, y Mussolini hacía todo lo posible para desestabilizar la República.

El contraste con la situación en la que prosperó la Transición es enorme. A mitad de los años setenta, España era una de las naciones más avanzadas del mundo. El analfabetismo y el hambre estaban erradicados. Todas las instituciones fundamentales habían experimentado una evolución positiva. El Ejército ya no era pretoriano, sino que aceptaba la primacía del poder civil. Las organizaciones obreras habían abandonado sus viejos mitos revolucionarios. El catolicismo posterior al Concilio Vaticano II era menos rígido en los dogmas y estaba dispuesto a negociar un debilitamiento gradual de algunos de sus viejos privilegios. Como consecuencia, el feroz anticlericalismo de otros tiempos también se desvaneció. La monarquía desempeñó un papel crucial en el restablecimiento de la democracia, por lo que el republicanismo perdió su carácter sectario.

En resumen, dos contextos extraordinariamente distintos. Poner en tela de juicio la reputación de la República sobre esa base es tan absurdo como sería denigrar la República de Weimar porque tuvo menos éxito que la Alemania de Angela Merkel. La República fracasó o fue destruida, pero también lo fueron casi todos los demás elementos humanos y progresistas en los años treinta. Como es cada vez más evidente, España no es tan diferente como creíamos; en general, se ajusta a los modelos generales. En relación con el tema del que tratamos aquí, ya indiqué por primera vez hace 30 años que el índice de mortalidad de las repúblicas recién nacidas durante el periodo de entreguerras fue asombrosamente alto. De las 20 repúblicas que surgieron en Europa entre 1918 y 1931, solo una, la irlandesa, sobrevivió hasta la madurez. Las otras 19 fueron barridas o se autodestruyeron. Una vez más, el contraste con los años setenta y ochenta es tremendo. De las nuevas democracias establecidas en esos años en Europa, Latinoamérica y Asia, un número mucho mayor, casi todas sobreviven hoy, aunque algunas en versiones muy atenuadas. Sólo en África se aproxima el índice de mortalidad de las democracias recien nacidas al de la Europa de entreguerras.

Creo que todo esto es suficiente para arrojar los argumentos revisionistas y neorrevisionistas sobre la República a la papelera que les corresponde. Eso no quiere decir que su paso por la historiografía española haya carecido por completo de valor. Como sucede con todo el revisionismo histórico, si se aborda con inteligencia, puede ser útil, porque obliga a los defensores de la ortodoxia a reexaminar y perfilar sus posturas. No obstante, la próxima vez que alguien diga, como hizo hace poco el profesor Payne en ABC (April 16), que "La República es el principal mito histórico de todo el siglo XX", debemos responder con seguridad: "¡No, señor! ¡La República no es ningún mito!" A pesar de sus muchos errores y defectos es, con la Transición, una verdadera gloria del siglo XX español. Fue vilmente asesinada por unas fuerzas atávicas y violentas que sumergieron su patria, primero en una cruenta guerra civil, y después en una dictadura que durante sus primeras dos décadas fue cruel y retrógrada.

Edward Malefakis es historiador.

Fuente:elpais

dilluns, 6 de juny del 2011

La matanza que terminó con el mundo judío de Bagdad


El 1 de junio de 1941, una matanza de judíos inspirada en el nazismo ocurrió en Bagdad, poniendo fin a dos milenios de coexistencia pacífica para la minoría judía de esa ciudad.
Algunos de los testigos de ese hecho retienen vívidos recuerdos a pesar de las siete décadas que han pasado.
Heskel Haddad, un niño de 11 años, estaba terminando su comida y se disponía a celebrar el festival judío de Shavout, sin siquiera sospechar que una multitud enardecida se aprestaba a apoderarse de la ciudad.
Miles de iraquíes musulmanes armados empezaron a arrasarlo todo, con espadas, cuchillos y armas de fuego.
Los dos días de violencia que siguieron son conocidos como el Farhud (que en árabe significa "la expropiación violenta"). Cerca de 800 judíos murieron, con los que se puso fin a una comunidad hebrea que databa del tiempo de Babilonia.
"Durante la primera noche de Shavuot, normalmente vamos a la sinagoga y nos quedamos la noche entera estudiando la Tora", dice Haddad, hoy un experimentado oftalmólogo en Nueva York.
"De repente, escuchamos gritos, "Alá, Alá" y sentimos disparos. Salimos al techo para ver qué estaba pasando, vimos los incendios y al resto de la gente subida a los tejados del ghetto dando alaridos, rogándole a Dios que los ayudara".
La violencia continuó durante la noche. Una mano roja, o hamsa, estaba pintada en las casas judías para destacarlas del resto. Las familias tenían que defenderse a como diera lugar.
Haddad recuerda los asaltantes que venían por la calle en la madrugada, y el momento en que observó desde el techo como empezaron a saquear la casa del vecino.
"Mi padre tenía un puñal en la mano para impedir que la gente nos atacara en el techo. Se me ocurrió una idea, rompí algunos ladrillos de las paredes y empecé a lanzarlos hacia abajo. Otros niños vinieron y comenzaron a lanzarles piedras a esta gente.
"Cuando le acertábamos a alguien y empezaba a sangrar, gritaban "Alá" y se iban. Y dejaban atrás lo que querían llevarse".
Algunas familias sobornaron a policías para que hicieran guardia, pagándoles medio dinar por cada bala que disparaban. Otros les deben la vida a musulmanes que asumieron grandes riesgos para protegerlos.En una calle cercana, en un barrio donde residían judíos y musulmanes, vivía Steve Acre con su madre, viuda, y ocho hermanos, en una casa de propiedad de un musulmán.
Steve Acre vio desde una palmera cómo su vecino musulmán salvaba a su familia.
Acre, hoy de 79 años, quien vive en Montreal, Canadá, se subió a una palmera el patio cuando comenzó la violencia. Todavía recuerda el grito "Cutal al yehud", que se traduce como "muerte a los judíos".
Desde el árbol, podía ver al dueño de la casa sentado frente a la fachada.
"Cuando la muchedumbre llegó hasta la casa, él les dijo que éramos huérfanos que se habían refugiado en esa casa y que no podían tocarnos. Si querían hacerlo, debían matarlo a él primero. Así que, suerte para nosotros, la muchedumbre siguió su camino, hacia otras casas", recuerda.
Entonces, los hombres cruzaron la calle y comenzaron a salir gritos de la casa de la mejor amiga de su madre.
"Más tarde, un grupo de hombres salió del inmueble y le prendieron fuego. Los hombres gritaban de alegría, alborozados, levantando en las manos algo que parecía un trozo de carne.
"Después, me enteré de que lo que llevaban era un seno. Le habían cortado el seno, la habían torturado antes de matarla: era Sabicha, la mejor amiga de mi madre.
Hasta el Farhud, Bagdad había sido un modelo de coexistencia pacífica entre judíos y árabes. Los judíos constituían un tercio de la población de la ciudad en 1941, y muchos de ellos se consideraban iraquíes primero y judíos, después.
Un mes antes, un abogado pronazi, Rashid Ali al-Gilani, había derrocado a la familia real de Irak y había comenzado a transmitir propaganda nazi por radio.
Sin embargo, se vio obligado a huir en medio de la humillación, luego de que fracasara un ataque contra una base de la Fuerza Aérea Británica, en las afueras de Bagdad.El Farhud tuvo lugar en el vacío de poder que se produjo después.
En un trágico giro de los acontecimientos, resulta que el ejército británico podría haber intervenido para detener la violencia. La matanza precipitó la emigración de la mayoría de la comunidad judía de Bagdad. El 1 de junio, la caballería británica estaba a sólo 15 km de la ciudad, habiendo recorrido otros 1.000 km desde Palestina y Egipto con las órdenes de impedir que el petróleo iraquí cayera en manos de los nazis.
"Para verguenza de Gran Bretaña, el ejército no fue desplegado", dice el historiador Tony Rocca, coautor, junto a la sobreviviente del Farhud Violette Samash, del libro Recuerdos de Eden.
"Kinahan Cornwallis, el embajador británico en Bagdad, por razones propias, mantuvo nuestras fuerzas inmovilizadas en directa insubordinación respecto a las órdenes expresas de Winston Churchill de tomar la ciudad y garantizar la seguridad."En vez de eso, Cornwallis se fue a su residencia a cenar y a jugar al bridge".
Finalmente, el alcalde de Bagdad y la policía leal a la monarquía tomaron medidas para detener la violencia, e impusieron un toque de queda a las 5 de la tarde del 2 de junio.
Después del Farhud, la vida cambió radicalmente para los judíos de la ciudad. Hasta ese momento, Haddad había tenido muchos amigos musulmanes.
"De pronto, mi actitud cambió. Ya no me sentía iraquí. Sentía que era judío y me juré que mataría a un árabe", dice.
Un día, mientras nadaba en el río Tigris, vio que un hombre se estaba ahogando y ayudó a llevarlo a la orilla de manera casi instintiva.
"Cuandó volví a casa estaba conmocionado. No porque hubiera salvado al hombre sino porque no cumplí mi juramento de matar a un árabe. Fui a ver al rabino y me dijo que no se podía hacer un juramento para matar, sino sólo para ayudar.
"Eso fue lo que me estimuló a seguir medicina. Sabía que quería salvar vidas, no liquidarlas." El antisemitismo que Hitler había exportado exitosamente a Irak hizo la vida insoportable para la comunidad judía. Había arrestos frecuentes sobre la base de falsas acusaciones de espionaje y ejecuciones públicas de judíos prominentes. Morris Zebaiba, un sobreviviente que vive en Londres, dice: "Aprendimos a vivir como los ratones. Si no lo hacíamos, nos escupían o arrestaban". "Kinahan Cornwallis, el embajador británico en Bagdad, por razones propias, mantuvo nuestras fuerzas inmovilizadas en directa insubordinación respecto a las órdenes expresas de Winston Churchill de tomar la ciudad y garantizar la seguridad."
En 1950, los judíos fueron finalmente autorizados a abandonar Irak, a condición de que dejaran atrás todas sus propiedades y posesiones, incluyendo cuentas de banco. Para 1952, sólo 2.000 de los 150.000 judíos permanecían en el país.
Acre y Haddad todavía sienten una persistente desconfianza de los británicos por no haber detenido la violencia. Para Haddad, otra herencia del Farhud es una contradictoria actitud hacia los musulmanes iraquíes. Como médico, ha operado gratis a iraquíes heridos, ha visitado Irak como asesor del gobierno, y es descrito por el embajador iraquí en Washington como "el mejor iraquí que conozco".
Pero a la vez que tiene muchos amigos que son iraquíes musulmanes, se mantiene en guardia en presencia de otros. "Tengo ese sentimiento, una especie de desconfianza que me viene del Farhud." dice
"Es algo emocional que no se puede erradicar fácilmente".

Fuente: BBC MUNDO

dijous, 2 de juny del 2011

Valltorta descubre más arte rupestre

Los más de 100 abrigos rupestres que componen el parque cultural de Valltorta-Gasulla, declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, esconden nuevas pinturas. “Cientos y cientos de ellas; aún no se han cuantificado”. Guillermo Morote, director del Museo de la Valltorta, lleva tres años investigando y catalogando de nuevo la impresionante muestra de arte levantino que contienen las cuevas, mano mano con los investigadores de la cátedra de Paleoecología Humana de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona, encabezados por Ramón Viñas, uno de los descubridores de los yacimientos de Atapuerca, como adelantó Mediterráneo.

“Son figuras de arqueros y venados y otros animales, muy similares a los que se han hallado hasta ahora; pero multiplicados”, explica Morote. Los técnicos han usado una innovadora técnica fotográfica digital, importada de Estados Unidos, con la que se registran varias capas en la pared registrando policromías y trazos que están enterrados, por decirlo de alguna manera, sobre capas de elementos de roca o cal. “Son imágenes que no son visibles por el ojo humano, ni en fotografías, pero que ahora salen a la luz, completando escenas, y mostrando nuevos colores”, incide.

El equipo ha trabajado ya en 16 abrigos de la zona de Valltorta-Gasulla, entre Ares y Tírig, realizando una media de 3.000 instantáneas por cueva, para poder delimitar colores y trazos de figura. “Es una labor a largo plazo, que se descubrirá en una amplia publicación en la que se catalogará toda la riqueza patrimonial de este enclave único”, argumenta el director del Museo.

Mediante este análisis, los investigadores también podrán conocer la época en que se realizaron las pinturas, así como también los materiales utilizados en cada ocasión, en función del pigmento que se utilizó. Una vez tomadas las imágenes, el proceso se inicia ahora en el laboratorio para poder descifrar cada uno de los dibujos prehistóricos.

Los expertos coinciden en señalar que “el deterioro de las pinturas ha sido mayor en un siglo que en 6.000 años de antigüedad”. “De hecho --apunta Morote-- cuando se descubrieron las pinturas comenzaron a mojarse para que resaltasen más y este proceso las deterioró más que la meteorología”. Además, cuando se arrancó el Arquer, ahora recuperado, y se intentaron quitar de la roca otras figuras se destrozó el conjunto de enclaves como la Cova dels Cavalls. De hecho, según los guías de Valltorta, “ya no puede apreciarse un tercio de las pinturas originales que se describieron al principio”.

Fuente: elperiodicomediterraneo