divendres, 12 de novembre del 2010

La larga historia de las drogas

Los antecedentes históricos de las drogas se remontan desde los inicios de la raza humana. Adoradas por los antiguos, absorbidas por poetas y legitimadas por los victorianos, los estupefacientes han jugado un papel muy importante en el desarrollo de la Historia. John Walsh ha querido recoger todo su recorrido en su último libro.
En la actualidad, el negocio de las drogas ilegales es el tercer mercado, tras las armas y el petróleo, que más dinero mueve, generando anualmente unos 230 mil millones de euros al año.
A lo largo de la historia del ser humano, muchas han sido las sustancias estupefacientes que se han utilizado, aunque fue a partir de la década de los cuando los organismos oficiales decidieron reglamentar su uso en algunos países de Europa y declararlas ilegales. Aunque la intención fue buena, las normativas mundiales no han logrado controlar el tráfico de drogas ya que siempre han estado presentes en la vida humana.
Según recoge The Independent en un reportaje sobre este tema, ya en la década de 1670 se llevaban a cabo festivales de la droga. Uno de ellos fue el que se llevó a cabo en el Golfo de Vizcaya, donde el capitán de barco Thomas Bowrey recoge en su diario los diversos efectos narcóticos que generó en su tripulación el consumo de una droga popular llamado Bhang, compuesta por vainas de cannabis picado mezclado con leche.
Desde el 2000 a. C hasta hoy
En el siglo XVII, el consumo de drogas entre la clase alta era muy popular. Científicos expertos actuales como Mike Jay, Carolina Fisher y Emily Sergente hablan también de una droga llamada Chillum, un narcótico compuesto por huesos de puma con una datación del 2000 a.C.
Según los informes de estos expertos que se recoge en el libro, ya en el año 300 a. C. un amigo de Sofócles, Teofrasto, escribió tratados botánicos sobre diferentes plantas de tipo narcótico. También, poco después del nacimiento de Cristo se ha hallado una lista, elaborada por Dioscórides, de un millar de drogas que eran utilizadas para la práctica médica, cuyos efectos iban desde el sueño hasta el frenesí o el alivio del dolor.
Los estudiosos, por lo general, en vez de huir del uso de este tipo de elementos, se apresuraban a examinarlos. Algunos de ellos, como la belladona o la mandrágora, fueron estudiados minuciosamente para marcar las dosis adecuadas de uso, ya que un abuso podía supones desde alucinaciones febriles hasta convulsiones o infartos.
Usos en la Brujería
Los efectos alucinógenos de algunas drogas han fomentado la superstición de la población a lo largo de la historia. En ocasiones, se asociaba el uso de determinadas hierbas con la brujería.
Un caso ejemplar que se recoge en el artículo de The Independent es un informe de 1545 del científico Andrés Laguna, médico del Papa Julio III sobre la tortura de un matrimonio acusado de brujería por usar una extraña pomada verde. Los efectos, experimentados por el médico en una mujer, fueron somníferos. La dama quedó dormida por un período de más de 36 horas y al despertar dijo haber experimentado un aquelarre y un baile con el diablo.
Mejoras para la medicina
La introducción de las drogas en el mundo de la medicina ha sido algo muy beneficioso para el ser humano. Aunque en un principio sus aplicaciones no fueron médicas, el "gas de la risa" usado como narcótico desembocó en los actuales sistemas anestésicos.
Tal como expone Mike Jay en el libro, la imaginación es muy importante para la introducción de las drogas que alteran la mente del público en la medicina. En un principio, el conocido "gas de la risa" era utilizado en un balneario cerca de Bristol. Allí, Thomas Beddoes experimentó en sus pacientes hasta desarrollar el preludio de la actual anestesia.
Usos de poetas y escritores
Aunque el gas de las risa se utilizaba ya por entonces para beneficios terapéuticos, Samuel Taylor Coleridge ya había experimentado los primeros usos del gas de la risa como droga, y sus cuadernos están llenos de informes sobre su estado de ánimo, pero también consumía otro tipo de narcóticos como el Opio, concediéndole el sobrenombre de "la gran luz del intelecto majestuoso".
Escritores posteriores fueron igualmente entusiastas acerca de esta clase de sustancias. Virginia Woolf se refería a su droga de cloral como "el príncipe de Dios con los ojos de la polilla y los pies de pluma". WH Auden tomó anfetaminas durante 20 años, como tabletas de vitamina, en el desayuno. Chips Channon, el cronista tanto de la Reina de España y de la Reina de Rumanía, permanecía atado a sus cócteles con benzedrina.
Resulta sorprendente descubrir, a través de este libro, como muchos de los narcóticos que hoy son ilegales se dispensaban hace 100 años en cualquier farmacia o comercio. Desde cocaína líquida en botellas, con el nombre de "Salón del Vino de Coca" hasta la heroína comerciaizada por la marca Bayer en Reino Unido.

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