dijous, 21 d’abril del 2011

La vigencia de las humanidades


Varios ensayos recientemente llegados a las librerías coinciden en denunciar el declive de las humanidades en nuestra sociedad y, en particular, en el ámbito universitario. En Adéu a la Universitat, el profesor Jordi Llovet alerta sobre las deficiencias de la educación secundaria, cuyos alumnos llegan a la universidad con “un desconocimiento casi absoluto de las lenguas clásicas, también de las modernas, incluida la de sus padres, por escrito y oralmente...”.Yseñala lo muy difícil que resulta subsanar después estas carencias en una universidad en la que retroceden sistemáticamente los estudios de filosofía, historia y lenguas, y sobre todo estos últimos, con frecuencia orientados de modo en exceso pragmático, con vistas a la obtención de un título antes que a la suma de conocimientos. En una línea similar, la norteamericana Martha Nussbaum, autora de Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades, nos recuerda que “la salud de la democracia requiere pensamiento crítico, comprensión de la historia del mundo y cultivo de nuestra capacidad imaginativa, y eso lo dan las humanidades”. En suma, las humanidades no sólo son necesarias por el aporte de saberes sobre las inquietudes y logros del género humano a lo largo de su historia, sino también como herramientas cuyo dominio nos asegura la forja de un buen criterio.

Sin embargo, como apuntábamos, las humanidades retroceden. El 38,8% de las carreras de este ámbito tienen en España menos de veinte alumnos por grupo. El número de estudiantes de Humanidades ha caído un 15,8% en veinte años (cuando el número global de universitarios ha crecido cerca del 28,5%). Y, en consecuencia, las notas de corte de las carreras de Humanidades, en las que siempre hay plazas disponibles, rondan el aprobado pelado y están entre las más bajas de la universidad.

Los rasgos del presente son los que son. Nuestro tiempo está dominado por la razón económica: lo que tiene un rendimiento inmediato interesa; lo que no, menos. Son muchos los jóvenes que se manejan mejor con la imagen que con la palabra. Las nuevas tecnologías y la utillería electrónica que las asiste favorecen más la velocidad y el relato fragmentado que la lectura pausada y la reflexión... Todo esto es cierto, efectivamente. Pero se hace difícil aceptarlo. Porque, aun habiendo perdido la pátina que antaño las hacía más respetables y atractivas, las humanidades conservan su vigencia como puertas del conocimiento y del discernimiento. Bueno será que las autoridades políticas y académicas no lo olviden y les presten mayor apoyo.

Fuente: La Vanguardia

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