dissabte, 27 de novembre del 2010

Los vikingos y el descubrimiento de América.


Basta con recordar nuestra etapa como estudiantes para sabernos al dedillo que Cristóbal Colón, fue el original descubridor del nuevo mundo, allá por 1492. El primer europeo en pisar tierras americanas, y el encargado de garantizar el éxito, a un proceso de expansión europea iniciado desde finales del siglo XII. De acuerdo con la segunda afirmación, pero en todo caso niego la mayor. América no fue descubierta en el siglo XV, sino en el X, y por ningún tripulante del sur. La civilización vikinga, esos bárbaros: rudos, paganos y faltos de razón de la gélida Escandinavia (noruegos, suecos y daneses), ya habían poblado América desde cinco siglos atrás.En un principio la historia de estas gentes es desconocida para el público en general; Un pueblo de grandes comerciantes, valiosa tradición, navegantes prodigiosos y un mítico espíritu guerrero que los ha convertido en leyenda y, en algunos casos es su única alusión. No en vano esta fábula irlandesa del siglo XII, narra la incursión de los vikingos en Europa Occidental: "En una palabra, aunque hubiera cien duras cabezas de hierro acerado sobre un cuello, y cien lenguas afiladas, prontas, frías, incansables e imprudente en cada cabeza, y de cada lengua saliera un centenar de voces locuaces, fuertes, incesantes, no podrían explicar o narrar o enumerar o contar lo que los irlandeses sufrieron en común, tanto hombres como mujeres, laicos como sacerdotes, viejos y jóvenes, nobles y plebeyos, de malos tratos e injurias y opresión, en cada casa, a causa de ese pueblo villano, airado y totalmente pagano" O en la época de Carlomagno e inmediatamente después de su muerte (Finales del siglo VIII y principios del IX), las incursiones de los vikingos en Francia dan muestras de su extrema crueldad. Las crónicas carolingias las relataban de la siguiente manera: Pasaban los ríos, asentaban sus campamentos y, a continuación, atacaban la zona con la mayor codicia posible. Sustraían todo lo que era valioso y se podía transportar, quemaban todo lo demás, y los legítimos pobladores eran asesinados o esclavizados. Sin embargo, y a pesar de que estos relatos en algunos casos pueden resultar desmedidos y tendentes a la exageración; siempre en cualquier caso fue cierta la furia y afán destructivo de sus invasiones. Ciudades y monasterios al completo eran pasto para las llamas, y los habitantes que sobrevivían a su ataque, estaban obligados a esconderse en la espesura de los bosques.No obstante, pese a su imagen despiada en el campo de batalla, fueron una sociedad con un carácter más complejo: mantuvieron contactos comerciales con los pueblos del sur, poseían una cultura artística de notable calidad, dominaron gran parte de Europa, proclamados como Imperio, (desde el norte de Noruega hasta Cornualles en el siglo XI), estaban provistos de su propio sistema político parlamentario, y rendían tributo a unas deidades, que seguro te sonarán: Thor u Odín, son algunas de las principales. Todo ello en un contexto, donde su economía, ímpetu colonizador, poderosos barcos y el dominio de las rutas marítimas, los empujaron a la travesía que a continuación se va a narrar.El proceso hasta culminar con su llegada a tierra americanas fue, puede decirse que escalonado. En primer lugar la navegación hacia el Oeste, desde las costas escandinavas, dio como resultado la visión de tierra por azar. Un estudio de las posibilidades del terreno y potencialidades para un asentamiento, facilitaría la llegada de posteriores colonos. Pues bien, dicho esto en torno al año 800, una embarcación noruega descubre y se asienta en las islas Feroe, lugar clave para su recorrido hacia Islandia. Islandia de esta manera, descubierta en el 860, tuvo una inminente colonización efectiva en el 874. Estudiado su "modus operandi", es de suponer y la historia lo confirma, que el siguiente paso en su periplo explorador no fue otro que la Isla helada de Groenlandia. De cuyo hallazgo, por tercera vez, fue responsable la famosa figura de Erik "el rojo", alrededor del 982, y el encargado de fomentar con éxito el desplazamiento de familias a su costa occidental. A partir de aquí, la llegada a América es sólo cuestión de tiempo el que se convierta en realidad. El primero en avistarla en el 986, fue el comerciante Bjarni Herjólfsson que convencido de sus diferencias geográficas con Groenlandia, consideró que era conveniente no abordar. En un segundo momento, Leif Eriksson (Hijo de Erik el Rojo) retomó la senda que Bjarni había iniciado, y aproximadamente en el año 1000 junto a 35 hombres, se asentó en la costa americana que consideró más idónea; plagada de vegetación y cepas, por lo que desde ahora América, sería Vinland (tierra del vino).Múltiples son los hallazgos arqueológicos y documentos históricos que demuestran estas afirmaciones, desde Las sagas de los groenlandeses o de Erik el Rojo en la literatura, hasta los poblados y restos de cultura vikinga hallados en la isla de Terranova. Así asentamientos cercanos a la aldea excavada de L´Anse aux Meadows, donde se descubrieron vestigios de ocho edificios y piezas tales como agujas, clavos o útiles eminentemente nórdicos, ponen de manifiesto la presencia de este pueblo en las costas estadounidenses. Asimismo, el hecho que la distancia entre Groenlandia y América fuera siete veces menor a la que hay entre Noruega e Islandia, dejan constancia de la facilidad para la exploración. En último lugar añadir, que la no continuidad de esta civilización en el nuevo mundo, fue debida a los constantes ataques de poblaciones nativas que los vikingos, en sus distintos intentos por colonizar el terreno fueron incapaces de dominar.En relación a este tema, merece una especial mención, la excelente e ilustrativa película Los vikingos (Richard Fleischer, 1958).

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